Thoroughly Modern Millie
Director: George Roy Hill
Guión: Richard Morris.
Intérpretes: Julie Andrews, John Gavin, Mary Tyler Moore, James Fox, Cavada Humphrey, Carol Channing, Pat Morita
Música: Elmer Bernstein
Fotografía: Russell Metty
Montaje: Stuart Gilmore
EEUU. 1967. 138 minutos
George Roy Hill y el cine (del) pasado
Si el nombre de George Roy Hill, artesano de Hollywood en los años de declive del viejo sistema de estudios, aún se recuerda en la actualidad ello tiene que ver con su realización de las dos obras que unieron a Paul Newman y Robert Redford, Dos hombres y un destino (Butch Cassidy & Sundance Kid) y, sobretodo (quizá en relación proporcional con los Oscar que acumuló en 1973) El Golpe (The Sting), dos títulos que, por lo demás, también se evocan merced de sendas pegadizas melodías asociadas a ellas, la canción Raindrops keep fallin’ on my head en el primer caso, y la célebre tonadilla que Scott Joplin compuso para la segunda. Entre las diversas otras, y bastante olvidadas, películas realizadas por Roy Hill hallamos esta Thoroughly Modern Millie, título peculiar donde los haya y que atesora cualidades cinematográficas suficientes para ser rescatada de ese olvido. Se trata de una película que en su día encomendó parte de su éxito a la condición de estrella que por aquel entonces ostentaba Julie Andrews, que tuvo cierta notoriedad e incluso se alzó en 1967 con el Oscar a la Mejor Partitura Musical, compuesta por Elmer Bernstein. Sin embargo, puestos en perspectiva histórica, las razones por las que Thoroughly Modern Millie resultan, si ya digo que no justas, sí bastante lógicas. Se trata de un musical, género cuyo declive fue paralelo, si no una avanzadilla, del declive del viejo Hollywood. En la década de los sesenta algunos títulos lograron éxitos aislados (tan sonados como el de Sonrisas y lágrimas, por ejemplo), pero su tiempo, aplicando esa lógica implacable que refería unas líneas más arriba, había pasado. Y este título de Roy Hill, consciente de ello, participaba de unas enseñas estéticas de su tiempo denodadamente interesadas en marcar distancias con el clasicismo, pero que, por diversos motivos (industriales, artísticos, contextuales) no lograron dejar la misma impronta que otras tendencias o movimientos.
Ross Hunter
Y esta definición de intenciones y estilo nos lleva a hablar de Ross Hunter, el productor de Hollywood que fue el artífice del determinado look y condiciones de naturaleza de la obra, ese decidido aire camp que muchos asocian con la filosofía gay tomando en consideración la orientación sexual del productor. Hunter llevaba ya muchos años en el oficio, y en su currículo se hallaban light films protagonizados por mujeres (caso de Doris Day o de Debbie Reynolds) así como algunos de los más célebres melodramas de Douglas Sirk, como Imitación a la Vida. Parece ser que el productor pretendía adaptar al cine un musical de Broadway, «The Boy Friend,» en el que Julie Andrews había debutado en las tablas norteamericanas. Al no poder hacerse con los derechos, le pidió al guionista Richard Morris que escribiera uno original pero que contuviera el elemento de época, su ubicación en los alegres (o turbulentos, depende de quién los mire) años veinte del siglo pasado. Morris finalmente se inspiró en un musical británico de 1956 llamado Chrysanthemum, implementando las insignias de esa determinada época, que funcionan tanto en la superficie argumental como en el primordial elemento estético, vintage, de la película.
Aventuras en la ciudad
La película mixtura sin ningún complejo los elementos categóricos de la comedia de enredo de toda la vida con una parodia muy poco velada de los seriales sobre Fu-Manchú que por aquellos años (los veinte, quiero decir) estaban en boga. En ella, Julie Andrews encarna a Millie, una provinciana que llega a la gran ciudad en busca de marido, un personaje que alienta descaradamente el arquetipo forjado por la propia actriz, aunque en algunos detalles aliñándolo con un punto de cinismo e incorrección muy saludables y divertidos. Millie se convierte en la secretaria de Trevor Graydon (un John Gavin perfectamente modulado en su composición del gentleman millonario un punto alelado), traba amistad con Dorothy Brown (una Mary Tyler Moore demasiado aséptica), y escarcea sentimental y sexualmente con un aparente don nadie, Jimmy (James Fox, en vena cómica –al punto que protagoniza un homenaje a El Hombre Mosca de Harold Lloyd–). Sin comerlo ni beberlo se hallará metida en la investigación y resolución de un caso de trata de blancas, cuya cabecilla visible (en realidad proveedora) es la regente del hotel para señoritas en la que ella y Miss Dorothy residen, la Sra. Meers (Cavada Humphrey). Aunque en ese periplo, y los demás que atañen a la joven Millie, cobra importancia decisiva la intervención de una rica de lo más excéntrica, Muzzy Van Hossmere (Carol Channing), suerte de guía espiritual y gurú de los actos y sentimientos desbocados que trata de capturar la película.
That’s entertainment
Dividida en dos partes bien diferenciadas por un intermedio, Thoroughly Modern Millie cautiva al espectador por su agudo sentido de la farsa, por el modo en que, a veces veladamente y otras no, se ríe de todo aquello que describe, las convenciones que tienen que ver con temas y argumentos pero también con perfiles dramáticos. Todo ello llega a buen puerto merced del sentido de lo hilarante que caracteriza a los diálogos cuanto de una muy esmerada escenografía (que anticipa muchos de los dotes para la comedia que Roy Hill dejará para la posteridad en El Golpe, referidas a la disposición de los elementos visuales y el recurso a estrategias de montaje en aras a la construcción de ese acento cómico), apuntalada por diversos números musicales magníficos, algunos standards, caso de ‘Baby Face’ y otros compuestos para la ocasión por Jimmy Van Heusen and Sammy Cahn. Si en la primera mitad del filme esos números (el inicio del filme, el baile de la tapioca) y algunos aderezos (el baile de claqué, imprescindible para conseguir que el ascensor se mueva) nos introducen en ese tono donde lo impostado se da la mano con lo satírico, en la segunda mitad, y merced de la intervención de la provecta Carol Channing en las más pintorescas empresas físicas y artísticas (cantar jazz, hacer acrobacias, bailar claqué sobre un xilófono, protagonizar un número circense), la película se deja llevar abiertamente por lo estrambótico y lo delirante (ello jalonado con la desopilante resolución de la trama detectivesca, por así llamarlo), casándolo todo en un happy ending al que, tras todo lo escenificado, no podemos acusar de predecible, porque realmente en esta casi insólita Thoroughly Modern Millie importa mucho menos lo que le sucede a los personajes a lo que está bien lejos de ellos, lo que conduce los acontecimientos en la mente de un guionista sagaz y en la habilidad de unos escenógrafos (sería injusto adjudicarle todo la responsabilidad de lo visual en el director) bien traviesos.
http://www.imdb.com/title/tt0062362/
http://www.variety.com/review/VE1117795670?refcatid=31
http://www.matchflick.com/movie-review/4334-6707
http://www.rottentomatoes.com/m/thoroughly_modern_millie/
http://en.wikipedia.org/wiki/Thoroughly_Modern_Millie
http://movies.tvguide.com/thoroughly-modern-millie/review/120389
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