LA PLAGA DE LOS ZOMBIES

The Plague of the Zombies

Director: John Gilling.

Guión: Peter Bryan y John Gilling

Intérpretes: Andre Morell, Diana Clare, Jacqueline Pearce, John Carson, Alexander Devlon, Brook Williams.

Música: James Bernard

Fotografía: Arthur Grant.

Montaje: James Needs

GB. 1966. 90 minutos.

 

Gilling, la Hammer y el estilo

Aunque su fama no alcance por supuesto a la de Terence Fisher, John Gilling fue uno de los diversos cineastas (como Peter Sasdy, como Seth Holt, como Freddie Francis o como Val Guest, entre otros) que cimentaron las marcas identitarias del cine de la Hammer Productions. Pero no me malinterpreten creyendo que Gilling sólo fue un buen artesano; todos los realizadores de la Hammer lo fueron –Fisher incluido-, pero su personalidad y talento se fundieron en un estilo que impregnó sus obras (por ejemplo, no se trata de los tropos narrativos o del diseño de producción, sino del modo en que éstos se utilizan para sugestionar al espectador), y lo que habita en esos diversos estilos conforman el principal legado de las obras de la célebre productora. Amén de su guión para The Gorgon (filmada por Fisher en 1964), sus dos aportaciones más notables para la Hammer se realizaron el mismo año, 1966. Se trata de The Reptile y ésta que nos ocupa, The Plague of the Zombies. En ambos casos, Gilling puso en imágenes guiones escritos por terceros (aquí, rubricado por Peter Bryan), pero se involucró en la revisión de esos libretos a efectos de potenciar sus propósitos narrativos, unos propósitos que Antonio José Navarro definía como la propensión a subrayar “la belleza turbia… juguetear en torno a una belleza corcovada, oscura, loca o enfermiza” (revista Dirigido por, número 334, mayo de 2004).

 

Eslabón

La película relata las investigaciones llevadas a cabo por un reputado médico, Sir James Forbes (Andre Morell), en una aldea sito en la campiña británica donde se están sucediendo súbitos e inexplicables fallecimientos de hombres de mediana edad; Forbes acude a petición de quien fuera su alumno aventajado, el doctor Peter Thompson (Brook Williams), médico de cabecera del lugar, que se halla desesperado por la situación; al intentar exhumar un cadáver para practicar la autopsia, descubren que el cuerpo ya no está en la lápida. La esposa de Peter desaparece, diversos testigos aseguran haber visto con vida a un joven recientemente fallecido, los acontecimientos se precipitan y las pesquisas de Forbes acaban poniéndole tras la pista de Clive Hamilton (John Carson), el cacique del lugar, de quien sospecha que mediante la práctica de ritos de magia negra y vudú está acumulando una legión de zombies para que trabajen en una mina de extracción de estaño que hace mucho tiempo se cerró porque en ella se producía muchos accidentes…Como el propio título de la película verbaliza, The Plague of the Zombies se adentra en una de las temáticas más recurridas del cine de terror contemporáneo, los relatos de muertos vivientes. A la fecha de realización de la película quedaban dos años para que George A. Romero estrenara The Night of the Living Dead, y habían pasado ya muchos desde que Jacques Tourneur (y Val Lewton) estrenara(n) I walked with a zombie.  Así las cosas, el título de Gilling –que actualiza, trasladando geográfica y temporalmente, diversos ítems del filme de Tourneur, y que innegablemente anticipa temas y sobretodo cargas metafóricas del título de Romero- reclama su condición de eslabón decisivo en la evolución de este auténtico subgénero en particular.

 

Poder absoluto

Lo primero que llama la atención de la película es la introducción del elemento exótico, el relacionado con la práctica del vudú, en el contexto de un relato que contiene la quintaesencia gótica de las películas de la productora. El ritual ya aparece en los créditos iniciales, y volverá a repetirse, una vez resuelto el enigma al inicio planteado, en el clímax de la función. Veremos dos hombres de color supuestamente traídos de Haití ataviados con ropa indígena y tocando instrumentos de percusión (y a un tercero, éste ataviado con smoking –algo no menos exótico en su contexto-, mayordomo de Hamilton). Veremos los objetos de los ritos, la sangre robada que gotea sobre pequeñas figurillas no sé si de barro encajadas en el interior de un féretro en miniatura. Veremos a Hamilton y a sus diversos secuaces ataviados con unas repulsivas máscaras blancas adornadas con huesos, indumentaria también traída del Caribe que Hamilton utiliza en la celebración de los ritos pero también cuando acuden al cementerio a robar los cuerpos zombificados… La mina, y lugar de celebración de los ritos, está comunicada con el sótano de la residencia del cacique, arquetípica mansión victoriana de apariencia opulenta en la que Forbes se cuela y por entre cuyas sombras avanza para resolver el enigma; un poco antes, su hija Sylvia (Diana Clare) es llevada allí y a punto de ser vejada por los fieles de Hamilton: vemos que el escenario canónico gótico es la antesala, la puerta de acceso, de una definición del horror aún más recóndita, perfecta concreción escénica y estética de esos vasos comunicantes que el filme establece entre tradiciones distantes. Y esa lectura cabe integrarla en otra, de parábola social: el hombre más acaudalado del lugar les tiene a todos sometidos. A los habitantes de la aldea, inmovilizados por el terror. A sus secuaces, esa turba de tipos con apariencia opuesta a sus modales, a quienes utiliza a su antojo. A las mujeres, que se enamoran de él precisamente por lo atrayente que resulta su posición de poder (Gilling, de forma maestra, evoca toda la ambigüedad en las secuencias que Hamilton comparte con Sylvia Forbes). A sus sirvientes de color, que cuyos ritos secretos se sirve para sus espurios propósitos. Y, claro (y aquí aparece Romero y sus zombies): a los muertos vivientes, a quienes despoja de voluntad (de vida) para convertirlos en esclavos…

 

Visiones del horror

Amén de las líneas maestras atmosféricas y la destreza con la que se acciona la sugerencia para buscar lo metafórico, de la labor de Gilling destaca el modo en que exprime los elementos cinematográficos para anunciar (en un primer estadio argumental) y subrayar (cuando ya se ha desatado) el horror de una forma que cabe cualificar de exacerbada. Sin duda que el ejemplo más carismático es la secuencia onírica, que reproduce la pesadilla de Peter, en la que los muertos vivientes van saliendo de sus tumbas y avanzan de forma lenta pero implacable hacia el doctor (la cámara nerviosa, las imágenes descarnadas, la asfixiante pista sonora…). Ello sin embargo, cabe citar otros momentos no menos memorables, como la primera visión que el doctor Forbes y su hija tienen de un muerto, justo cuando acaban de llegar al pueblo, cuando la lápida que lo contiene cae al suelo y se abre: la cámara se acerca vertiginosamente al rostro del cadáver, mostrando la súbita irrupción de lo pavoroso. En otro plano, aquél que sostiene el rostro del cadáver de Alice unos segundos antes de mostrar los ojos que se abren, Gilling desarrolla idénticas intenciones de forma inversa, demorando la visión de lo inevitable. Y caben otras estrategias: la corta secuencia, desnuda, en la que Sylvia visita el cadáver de Alice, para despedirse de ella, y descubre que su amiga tenía una pequeña herida en la muñeca, que relaciona, horrorizada, con la que ella tiene en el dedo…

http://www.imdb.com/title/tt0060841/

http://www.davidlrattigan.com/hhplague.htm

http://classic-horror.com/reviews/plague_of_the_zombies_1966

http://www.britishhorrorfilms.co.uk/plaguezombies.shtml

http://www.dvddrive-in.com/reviews/n-s/plaguezombies.htm

http://www.senseofview.de/review/491

http://www.piczo.com/jacksmoviepage/?g=22586114&cr=5&pc=tr

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