LA DUDA

Doubt

Director: John Patrick Shanley.

Guión: John Patrick Shanley, adaptando una pieza teatral propia.

Intérpretes: Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Viola Davis, Alice Drummond, Carrie Preston.

Música: Howard Shore.

Fotografía: Roger Deakins

EEUU. 2008. 101 minutos.

 

Off-Broadway

 

John Patrick Shanley dirige su segunda película. Llevaba la friolera de dieciocho años sin ponerse tras las cámaras. Fue en 1990 cuando firmó su opera prima, Joe vs the volcano. Shanley venía de ser galardonado con el Oscar por el guión de Moonstruck (Norman Jewison, 1987), lo que quizá le animó (y facilitó medios) a (para) ponerse tras las cámaras para dirigir un proyecto propio. Se trataba de una auténtica rara avis del cine comercial, una fábula existencial vestida de comedia romántica. Pero no tuvo mucho éxito de público ni de crítica. Quizá ello explique esa laguna tras las cámaras. El caso es que Shanley continuó dedicándose a la escritura (de libros, obras de teatro y algún guión), y en 2004 estrenó Doubt en el off-Broadway, que se convirtió en una de las obras teatrales más aclamadas de la presente década, lo que sin duda le avaló para volver a ponerse tras las cámaras con la presente adaptación y vestirla con la mayor libertad y el mejor arropamiento artístico.

 

 

Incertidumbre

 

El relato de Shanley está ubicado en un lugar muy concreto y cerrado (una escuela religiosa), transcurre en un momento muy preciso (1964: como escuchamos en el filme, “el año después del asesinato de Kennedy”; aunque no se diga, también debe anotarse que en 1962 el Papa Juan XXIII convocó el Concilio del Vaticano II, que entrañó no pocas reformas en busca de la modernización de la Iglesia), y su hilo conductor aborda también una temática bien conocida, amén de espinosa, los casos de pederastia en la Iglesia Católica en los EEUU (temática que recogía unos hechos que trascendieron a la opinión pública en 2002, y que por tanto Shanley utilizó como trasfondo socio-histórico del relato). Todos estos ingredientes, sin embargo, no dan la medida de lo que Doubt ofrece al espectador: no se trata de un drama histórico en el sentido estricto del término, y ni siquiera, aunque al principio lo pueda parecer, ante un relato que utilice ese contexto para trazar la clásica dialéctica entre tradición y modernidad, ello y a pesar de que los dos protagonistas del filme, la Hermana Aloysius y el Reverendo Flynn, sean muestras quintaesenciales de esos dos polos opuestos. Todo ello está presente en el filme, y bien utilizado para articular algo distinto: una premisa dialéctica de profundo y abstracto calado. Como nos indica el propio título de la obra, Doubt nos interroga sobre la presunta certeza de nuestras convicciones y actos, principalmente en lo concerniente en los juicios morales que emitimos y a las personas que implicamos en ellos. Y si digo que nos interroga (y no que nos sermonea) es precisamente porque no obtendremos juicios ni respuestas constante el metraje del filme. Más bien nos iremos anegando más y más en el hostil territorio que dirime el peso de las propias dudas.

 

 

Austeridad

 

El texto que Shanley pone en imágenes es realmente brillante, por momentos absorvente, pero obedece a parámetros mucho más caros a la escena teatral que a la escenografía cinematográfica. De hecho, el filme efectúa durante los primeros veinte minutos una cuidada presentación de ambiente, personajes y escenarios para, a partir de ahí, ir concatenando largas set-pièces que carean a los personajes (el primero y el último de estos careos, entre la Hermana Aloysius y la joven Hermana James –personaje convector del conflicto, y que por tanto ostenta la perspectiva, que debe ser previamente neutral, del espectador-; el segundo, entre las dos Hermanas y el Reverendo; el tercero, entre la Hermana James y el Reverendo; el cuarto, entre la Hermana Aloysius y la madre del chico que se sospecha está siendo asediado sexualmente por el reverendo; el quinto, climático, entre la Hermana Aloysius y el Reverendo –ésta vez, y ello debe enfatizarse como lo hace la narración, en la más cerrada intimidad). Consciente de ello y de la densidad del texto, Shanley deja en manos de grandes actores (en estado de gracia, además) la necesaria dramaturgia que debe vestir tantas y trascendentales palabras, pero también mima la planificación y montaje de esos largos diálogos dando importancia contextual a los objetos (la puerta abierta o cerrada del despacho, la bombilla que se funde, el te que se derrama…),  recurre a estudiados encuadres que sostengan la debida cadencia de intensidad (y lo hace casi perfecto: sólo hay un instante, en el careo entre la Hermana James y el Reverendo, en el que se insertan dos encuadres a los rostros de los personajes -en semipicado, distorsionantes- que chirrían por su innecesario énfasis), en una ocasión aislada se sirve de una ilustración en imágenes de las palabras del personaje (en el segundo sermón del reverendo: la feliz parábola que denuncia los cotilleos, con no menos feliz resolución visual: todas esas plumas flotando en el aire, entre edificios), y recurre a obvios pero eficaces (por estar bien edificados en imágenes) simbolismos climáticos (de la tenue luz en los primeros planos del filme a la nieve final, pasando por el viento tormentoso). En este último apartado se nota la mano del operador Roger Deakins, aunque el auténtico ejercicio de orfebrería fotográfica que rubrica tiene más que ver con el concienzudo estudio de la luz y los claroscuros sobre los personajes y espacios, un estudio que por momentos parece heredero de la luz de Vermeer o de Hammershoi, y que, como también sucedía en The Village (M. Night Shyamalan, 2004), construye climas emocionales caracterizados por su majestuosa belleza plástica pero también por su invariable austeridad y por una progresiva, cada vez más poderosa, sensación de ingravidez, que resulta sin duda muy cara a las intenciones del relato.

http://www.imdb.com/title/tt0918927/

http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/articles/A3514-2004Dec15.html

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