Ruby Sparks
Dirección: Jonathan Dayton y Valerie Faris
Guión: Zoe Kazan
Intérpretes: Paul Dano, Zoe Kazan, Chris Messina, Annette Bening, Antonio Banderas, Aasif Mandvi, Steve Coogan, Elliott Gould
Música: Nick Urata
Fotografía: Matthew Libatique
Montaje: Pamela Martin
EEUU. 2012. 107 minutos.
Amar lo que se escribe, vivir lo que se ama
Hay una serie de datos llamativos que puede interesar tener en cuenta a la hora de analizar lo que da de sí esta película. El primero de ellos, que la pareja de cineastas que firman la película, Jonathan Dayton y Valerie Faris, no habían vuelto a ponerse tras las cámaras desde Little Miss Sunshine, la que fue su opera prima, y de eso hace seis años; resulta ciertamente extraño que los firmantes de aquel sleeper que acabó erigiéndose en un referente del cine indie que hoy se estila hayan tardado tanto tiempo en volver a rubricar un filme, y no me refiero al tándem, pues el comentario también sirve para cada uno de ellos individualmente considerado. Pero en Ruby Sparks termina sucediendo algo parecido a lo que prediqué en su día de Little Miss Sunshine, el hecho de que su mayor interés radica en el guión, lo que me invita a dar un segundo dato llamativo: su autora es Zoe Kazan, la nieta de Elia Kazan; pero el dato llamativo no es esa razón de parentesco, sino que Kazan, joven actriz (nacida en 1983) que firma su primer libreto, asume también en la película un rol interpretativo principal, el de la chica que da título a la película. Dándose la circunstancia, tercer dato llamativo, si quieren algo menos, que Paul Dano, el otro actor principal, era, antes de la realización del filme, su pareja.
Veremos si Zoe Kazan decidirá proseguir su carrera como guionista o como actriz, o las dos cosas. Por ahora, o merced de lo que nos deja con esta Ruby Sparks, la verdad es que se perfila más cerca de, por poner un ejemplo, una Diablo Cody, que de un Charlie Kaufman. Déjenme explicarme, y así explicarles por qué cito esos dos nombres. Ruby Sparks y Little Miss Sunshine, como he comentado, fundan la mayor parte de su interés en el guión. Pero hay una diferencia muy sustancial entre una y otra: si en Little Miss Sunshine el interés no tenía tanto que ver con su presunta peculiaridad argumental o narrativa como con las dotes o dominio de la técnica del guión que en ella demostraba su libretista, Michael Arndt, podríamos decir que en Ruby Sparks sucede más bien lo contrario: hay una premisa o idea francamente interesante, pletórica de posibilidades dialécticas metanarrativas, en torno a la que se edifica la completa película (un joven escritor, en un acceso de inspiración, escribe apasionadamente sobre una chica que para él es su ideal sentimental, y, como por arte de magia ni siquiera invocada, la chica, Ruby, aparece una buena mañana en su casa, convencida de que es su novia), pero en cambio más bien brilla por su ausencia, o por lo menos yo he echado en falta, una labor de desarrollo argumental que le extraiga el mucho jugo que indudablemente podía dar de sí, limitándose a hacer encajar esa sugestiva premisa en los parámetros de un desarrollo de comedia, o si quieren dramedy, de todo punto convencional.
En Ruby Sparks son muchos los elementos que se presentan, barajan y se lanzan a esa intersección fantástica –porque la película, por mucho que se disfrace de otra cosa, pertenece al género fantástico, y si me permiten, desarrolla una idea que ya aleteaba en algunos episodios de The Twilight Zone, como A World of His Own (1960), A World of Difference (1960) o The Trouble With Templeton (1961)–, pero están agitados de forma demasiado liviana, como si su mero enunciado ya resultase suficientemente atractivo como para hacer innecesario incidir en sus significados más profundos. Y muchos de esos elementos son a poco de pensarlo arquetípicos, desde los apuntes argumentales –el escritor joven que tuvo un momento de gloria con su primera novela y ahora vive frustrado por su absoluta falta de inspiración– a la definición de los entornos físicos –un gimnasio, el diván de un psicoanalista y, especialmente, el apartamento de diseño minimalista ubicado en las colinas sobre Los Angeles donde discurren los acontecimientos más importantes del relato–, pasando por el trazo de personajes secundarios –el editor que encarna Steve Coogan, la madre de Calvin, interpretada por Anette Benning, y el marido de ésta, a quien da vida Antonio Banderas– y por detalles de caligrafía narrativa –esas inevitables transiciones románticas con una cancioncilla de fondo, por ejemplo–. El problema de fondo es que apenas se permite transpirar la premisa, porque el personaje protagonista, aunque bien defendido por Paul Dano, apenas evoluciona. Y ella, Ruby, que podía progresar de mil maneras sin quebrar la coherencia del relato, termina plegándose a la lógica menos sorprendente. Entre aisladas ocurrencias situacionales y citas a J. D. Salinger, la película despliega su relato entre lo ensimismado y la timidez narrativa; pero los problemas crecen a partir de la mitad de metraje, momento a partir del cual el relato desvaría, perdiendo mucho tiempo en situaciones que poco o nada aportan al relato –la visita a la madre de Calvin- y concentrando la latente solución traumática en una única secuencia de choque –aquélla en la que Calvin escribe dictando la voluntad de su amada–, clímax mejor planteado en el texto que resuelto en imágenes, prueba fehaciente y definitiva de que a Kazan (como guionista) termina yéndole demasiado grande el territorio narrativo experimental con el que juguetea, algo que la pulcra caligrafía de Dayton y Faris es incapaz de sortear ni mucho menos trascender.
Ruby Sparks pudo ser una comedia en deriva constante hacia lo salvaje y lo cáustico o un drama desatado y terrible; una crónica sobre la neurosis en la sociedad contemporánea o un ejercicio de posos existencialistas sobre el laberinto de la creatividad; un artefacto metanarrativo semejante a los que imaginaron Spike Jonze y Kaufman en sus colaboraciones o una love story marciana como la que Paul Thomas Anderson rubricó con Embriagado de amor (2002)… Sin duda, Ruby Sparks pudo ser, como cualquier otra película, muchas cosas. Pero de todas ellas la finalmente asumida se contaría probablemente entre las más acomodaticias, y dadas las muchas posibilidades que proponía su leit motiv argumental, incluso entre las más estériles. Una ruptura fantastique como la que maneja convierte en problema especialmente significativo su tendencia a caer en lo manido o incluso en lo obvio. Una lástima.
http://www.imdb.com/title/tt1839492/
http://rogerebert.suntimes.com/apps/pbcs.dll/article?AID=/20120724/REVIEWS/120729991
http://www.criticizethis.ca/2012/08/movie-review-ruby-sparks.html
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