State of Play
Director: Kevin Macdonald.
Guión: Matthew Michael Carnahan, Tony Gilroy y Billy Ray
Intérpretes: Russell Crowe, Ben Affleck, Rachel McAdams, Robin Wright Penn, Jeff Daniels, Jason Bateman.
Música: Alex Heffes.
Fotografía: Rodrigo Prieto
Montaje: Justine Wright
EEUU. 2009. 121 minutos.
Executive producers
No tengo el placer de conocer la aclamada serie británica que esta homónima State of Play traslada al medio cinematográfico, aunque sí cabe decir que su responsable, Paul Abbott, ha orquestado el proyecto en roles de productor ejecutivo, con la colaboración de otros productores británicos como Tim Bevan y Eric Fellner que, si bien no participaron en la prestigiosa serie, conocen el medio televisivo –por haber producido The Tudors– y llevan casi dos décadas auspiciando producciones británicas de muy diversa catadura pero de vocación mainstream, cuya enumeración sería cansina –de las sagas Elisabeth, Bridget Jones o Bean a Notting Hill, de Plunkett & Mcleane a Wimbledon, de Ned Kelly a Love Actually, de Pride & Prejudice a Atonement…- pero que les revelan como avezados conocedores de las conexiones entre una y otra cinematografías. Aunque a menudo no se preste demasiada atención a los productores, su relevancia es notable en filmes como éste, que no deja de ser un thriller manufacturado con base a patrones convencionales, que pretende exportar al cine y a Hollywood una idea exitosa en otro formato y lugar. Y, ojo, no estoy diciendo nada negativo en términos cualitativos de los méritos de la película, simplemente efectúo una constatación referida a mecanismos industriales, fácil de elucubrar antes de ver el filme y de certificar tras el visionado.
Artesanía
Para el abordaje cinematográfico de State of Play, y en roles tras las cámaras, se escogió a Kevin Macdonald, realizador escocés forjado en la televisión –y en el género documental- que consiguió cierto renombre con su previa The Last King of Scotland, una producción principalmente recordada por el Oscar al mejor actor que Forest Whitaker obtuvo por su interpretación del dictador ugandés protagonista, pero en la que Macdonald dejaba patente una virtud imprescindible para un producto de este corte, la habilidad en el manejo del ritmo, la capacidad para la economía narrativa. Y debe decirse que The Last King of Scotland (producción independiente distribuida por la división menor de la Fox) y esta State of Play (producción de una major, la Universal) son obras ciertamente diversas, pero Macdonald puede jactarse de haber sabido moverse bien en el nuevo contexto, pues en su artesanal labor sigue predominando ese control del tempo narrativo (desafío no exento de complejidad, pues en el filme hay un constante degoteo de información y conflictos crecientes y cambiantes) en aras a un encomiable rigor en la exposición de los hechos y desarrollo de personajes cruzados entre los lobbies periodístico y político. En sintonía con lo anterior debe decirse que tampoco ha caído en la tentación del efectismo –ello bien patente en las contadas y excelentes secuencias de acción-. Ello no obstante, en la estudiada y estilizada puesta en escena se revela la cara amarga de la artesanía: los personajes están bien elaborados en el libreto, la dirección de actores es irreprochable, los entresijos narrativos ven la luz a la perfección, y a pesar de todo ello las imágenes del filme –arrastrando a los personajes- están imbuidas de cierta frialdad que, resultando necesaria para la articulación de la trama, empece el jugo de la proyección dramática que se adivina en algunas escenas pero que, con imágenes formularias, nunca alcanza un buen puerto.
De Pakula a The Wire
El filme parte de una investigación periodística entorno a dos asesinatos y un accidente –investigación que lleva a cabo Cal McAffrey (Crowe), un periodista de la vieja escuela, junto con Della Frye (Rachel McAdams), una bisoña compañera de redacción-, tras cuyas a priori impensables conexiones se destapa una trama de corrupción con imbricaciones en las altas esferas de la política. El trasfondo de esa trama tiene que ver con el propósito de una empresa de seguridad privada de monopolizar el sector y de asumir funciones que actualmente tiene encomendadas el ejército, y por tanto de alcanzar una cota importante de poder mediante ese dominio en la sombra –sí, señores, de ahí el superimaginativo título en español-, con lo que el filme se apunta a una tendencia en el cine adulto y de género americano, reflejo de la antigua conspiranoia de los años setenta, pero cuyo enfoque trae razón de ser, resulta fácil asirlo, en la política de recortes de derechos civiles emprendida por la ya extinta administración Bush. El filme, laborioso en su planteamiento y desarrollo narrativo, busca el calado y capacidad referencial de obras de los años setenta como All the President’s Men o The Parallax View de Alan J. Pakula, o, si se me apura, Network, de Sidney Lumet, tanto en su manufactura y búsqueda estética, como en su temática, esfuerzo en buena medida logrado merced de la caligrafía de Macdonald y de los atractivos diálogos que sazonan la función. Aunque si hablamos de capacidades referenciales, State of Play se estrella, ironía, con una serie de la HBO, The Wire, cuya quinta y última temporada se centraba sobre la ética periodística en idéntico contexto criminal y en los entresijos de la profesión, y que a todas luces acaba convirtiéndose en el referente actual que actúa de balanza -con los citados títulos pretéritos- de los méritos de la obra, validándola como aportación correcta al (sub)género –empañada, añadámoslo, por el recurso a un pírrico twist final, solución bastante cansina del cine de los últimos años-, pero no como genuína exposición sobre la ética periodística, mérito que en el cine de los últimos años ostentan The Insider, de Michael Mann, y Zodiac, de David Fincher.
http://www.imdb.com/title/tt0473705/
http://www.stateofplaymovie.net/
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