Seven Psichopaths
Director: Martin McDonagh
Guión: Martin McDonagh
Música: Carter Burwell
Fotografía: Ben Davies
Intérpretes: Sam Rockwell, Colin Farrell, Abbie Cornish, Christopher Walken, Woody Harrelson, Helena Mattsson, Linda Bright Clay, Harry Dean Stanton
GB-EEUU. 2012. 105 minutos
Mascaradas y asesinatos
Queriendo hacer buena su declarada admiración, como dramaturgo, por Harold Pinter y, como cineasta, por Quentin Tarantino, y claramente en un acto de reafirmación de personalidad con la que pretende acaso competir con el mismísimo director de Kill Bill en su condición de énfant terrible del cine posmoderno afincado en postulados de género (como aquél en sus inicios, el cine negro en una definición kitsch y violenta), el inglés de ascendencia irlandesa Martin McDonagh, en esta su segunda obra tras Escondidos en Brujas (In Bruges, 2009) –tercera si contamos su laureado cortometraje Six Shooters (2005)–, nos propone un relato aún más alucinado que el que enarboló en su precedente, de nuevo contando con Colin Farrell como protagonista igual de desencajado que en aquélla, y de nuevo con unos actores secundarios de peso y que le roban netamente la presencia al principal: allí era Brendan Gleeson y Ralph Fiennes, aquí Christopher Walken, Sam Rockwell y Woody Harrelson.
La curiosa secuencia-prólogo, más allá del claro guiño a Tarantino -por la naturaleza de su planteamiento y por el contenido extravagante-cinéfilo del diálogo-, nos entrega una declaración de intenciones de formulación narrativa y visual, y por lo demás se adereza con el subterfugio de significado que quepa buscarle a esa imagen de arranque, un plano general de la colina en la que se hallan las icónicas letras de “Hollywood”, del que la cámara se aleja para mostrar a los dos personajes que protagonizarán ese breve prólogo-gag de resonancias catódicas –Michael Pitt y Michael Stuhlbarg, sus protagonistas, son dos actores de peso de la serie producida por Martin Scorsese y Mark Whalberg para la HBO Boardwalk Empire–. A partir de ahí, McDonagh, escritor de todas las ficciones que hasta la fecha ha dirigido, nos planteará un relato que arranca con las maneras de una pulp fiction de catálogo contemporáneo –la premisa aparente: unos secuestradores de perros que se ganan la vida con la recompensa que sus amos ofrecen a quienes supuestamente los encuentran se ven en la fatídica coyuntura de haber secuestrado el cánido de un enfurecido hampón de la mafia– pero se recicla y sofistica al mismo tiempo mediante diversos aderezos de guión y pequeñas fugas narrativas (que van cimentando una suerte de puzzle) que proponen astutos trampantojos al espectador que no ocultan un divertido juego metanarrativo de fondo, de vocación entre beckettiana y pirandelliana, y que toma cosas de la sintaxis de Charlie Kaupfman y de los hermanos Coen, basado en la confusión cada vez más enrevesada entre diversas capas de ficción, haciendo de esa confusión una ceremonia del absurdo ribeteada por apuntes de lírica algo (y deliberadamente) kitsch.
Funcionan los enunciados de esa maquinaria narrativa, bien engrasada, y que se atreve a radicalizar su planteamiento con una completa segunda parte del metraje que opera un cambio radical de escenario –de las calles de Los Angeles pasamos al desierto–, pero al cineasta le falta algo tan esencial como un pulido escenográfico a la altura de esa declaración de idiosincrasia que tanto cacarea en lo argumental: los ropajes de la puesta en escena, de forma más acusada a lo que sucedía en Escondidos en Brujas (donde el elemento escénico exótico –y de enajenación anímica- era bien capturado a través de la labor del operador fotográfico Eigil Bryld, que orquestaba imágenes una temperatura luminosa cálida, a menudo virada hacia una fría refulgencia amarillenta, que subrayaba el clima de ingravidez), carecen de una impronta propia, o, aún más, agravan la sensación de similitud que las imágenes –especialmente cinéticas- del realizador guarda con lugares comunes visuales del cine (a su vez derivativo) de Guy Ritchie o sobre todo Matthew Vaughn, cuyo director de fotografía habitual, Ben Davis, es precisamente el que firma esta parcela creativa en el título que nos ocupa de McDonagh. “Similitud”, digo. ¿O quizá deuda y dependencia? En la entraña narrativa, no. Pero en lo visual está por ver.
http://www.imdb.com/title/tt1931533/
http://www.rollingstone.com/movies/reviews/seven-psychopaths-20121011
http://frdennismoviereviews.blogspot.com.es/2012/10/seven-psychopaths.html
http://www.soundonsight.org/bfi-london-film-festival-2012-seven-psychopaths/
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