CONDESA DRÁCULA

Countess Dracula

Director: Peter Sasdy.

Guión: Jeremy Paul, Peter Sasdy y Alexander Paal.

Intérpretes: Ingrid Pitt, Nigel Green, Sandor Elès, Maurice Denham, Patience Collier, Peter Jeffrey.

Música: Harry Robertson.

Fotografía: Kenneth Talbot

Montaje: Henry Richardson

GB. 1971. 93 minutos.

 

Hammer’70

Corría el año 1971. La Hammer Productions, en un periodo concentrado en poco más de una década, ya había dejado su formidable legado al cine fantástico de todos los tiempos, su tan bien engrasada maquinaria industrial había sentado cátedra, y la mano maestra de Terence Fisher la había llevado a la excelencia sin paliativos. Pero esa misma concentración en el tiempo de títulos inolvidables implicaba inevitablemente una necesidad de constante reformulación. Ya a mediados de los años sesenta, filmes como Drácula, Príncipe de las Tinieblas (Fisher, 1966), Frankenstein creó a la mujer (Fisher, 1967) o Hace un millón de años (Don Chaffey, 1967) habían tenido que replantear diversos parámetros temáticos y estéticos, y con el cambio de década la fórmula empezó a mostrar signos de agotamiento, y la nueva política de la productora de apuntarse al erotismo soft (algo, de hecho, que también fue fruto de lo circunstancial, pues en aquellos años los mecanismos de censura empezaban a retroceder) no hace sino esconder un plausible descenso de la calidad tanto en los planteamientos cuanto en la formulación del aparato escenográfico. Los síntomas de decadencia a nivel global, empero, no desmerecen el interés de una retahíla de títulos aún representativos de la idiosincrasia y los valores cinematográficos que la productora de Michael Carreras ha dejado para la posteridad; títulos, algunos de ellos aún a estas alturas por ser debidamente reivindicados, como El poder de la sangre de Drácula (1970), precisamente la primera de las tres obras que Peter Sasdy firmaría para la Hammer; como la trilogía sobre los Karnstein de Sheridan Le Fanu, conformada por The Vampire Lovers  (Roy Ward Baker, 1970), Lust for a Vampire (Jimmy Sangster, 1971) y Drácula y las mellizas (John Hough, 1971); como Sangre en la tumba de la momia (Seth Holt, 1972); como El circo de los vampiros (Robert Young, 1972); como Captain Kronos: Vampire Hunter (Brian Clemens, 1973); o como Frankenstein and the Monster from Hell (1973), telón filmográfico de Fisher.

 Countess-Dracula-Ingrid-Pitt

Ingrid Pitt

No obstante, las listas son siempre discutibles, y de hecho en diversas antologías aparece la película que nos ocupa, La Condesa Drácula, entre lo más selecto de la productora en aquellos años de principio de su fin. Sin embargo, y tomando en consideración que el aparato iconográfico y mitómano sigue siendo uno de los puntos fuertes de la Hammer, Countess Dracula viene inevitablemente ligada con un nombre que no es precisamente el de su (por otro lado solvente) realizador. Estoy hablando, por supuesto, de Ingrid Pitt, voluptuosa actriz de mirada fría y arrebatadora belleza que probablemente queda hoy (poco después de su desaparición en 2010) como la Hammer girl más recordada de todas, ello y a pesar de protagonizar apenas dos películas para la compañía, junto a la que se reseña, la ya citada The Vampire Lovers. Ello tiene que ver, qué duda cabe, con el rotundo magnetismo que desprendía la actriz germano-polaca, y también con su itinerante y multifacética carrera; pero centrados los términos en el universo narrativo de la productora, la presencia entre fastuosa y tenebrosa de Pitt halla su relevancia, allende su contribución a ese erotismo cool estandarizado, en el significado referencial que ostenta el personaje que encarnó en su primera de las dos películas, nada menos que Carmilla Karnstein, que fue correspondido al año siguiente con este otro rol, ahora principal, de una condesa anciana y perversa que sacia su sed de belleza y eterna juventud con sabia (sangre, quiero decir) de chicas jóvenes e inocentes. Incluso los detractores de Countess Dracula, que los hay (por ejemplo, Juan M. Corral, en su monográfico Hammer: la casa del terror), destacan la composición doble que efectúa la actriz, en constante discordia entre la plenitud de atractivo y fuerzas y la imagen cada vez más decrépita de su carencia (para cuya caracterización, por cierto, la Pitt debió someterse a maratonianas sesiones de maquillaje).

 

 

Erzébeth Bathory

El guión, escrito a seis manos por Alexander Paal, Jeremy Paul y Gabriel Ronap, adapta muy libremente La condesa sangrienta (1961), ensayo histórico rubricado por la poetisa francesa Valentine Penrose en torno a la figura de Erzébeth Bathory, también llamada la Alimaña de Csejthe, una noble húngara que, según cuentos y leyendas medievales, frotaba sus hombros con la sangre de innumerables muchachas pensando que de tal modo podría conservar su belleza. A pesar del fondo terriblemente perverso, abominable, de aquel sustrato, tanto los guionistas como el propio Sasdy asientan una permeable carga de subjetividad que deviene en hálito romántico, bajo el cual se interpreta la crónica negra incidiendo en un elemento fáustico, melodramático y a la postre trágico, de sentimientos asfixiados y devorados por lo inexorable, que a algunos espectadores puede desconcertar y en cambio otros pueden estimar que dota de saludable complejidad a ese sempiterno mosaico sociológico escorado en la denuncia del abuso constante y sádico al que los ricos someten a los pobres. En cualquier caso, para entender las razones por las que el filme se debate entre las propias convenciones de la productora y ese tono más atormentado que lúgubre en el dibujo del personaje monstruoso en torno a quien pivota el todo narrativo, es de importancia cabal sacar a relucir el hecho de que Peter Sasdy, que había acometido con éxito su primera película para la productora y por aquellos tiempos tenía buena prensa (si hacemos caso a las crónicas, para algunos estaba llamado a ser nada menos que el sucesor de Fisher), era de origen húngaro, ascendencia compartida con la del personaje evocado, y vio en el proyecto la posibilidad de trascender de los parámetros más o menos ortodoxos del material genérico que manejaba para llevarlos, a través de la gravedad y puntuaciones dramáticas, al estadio (que más bien se quedó sólo en afán) de una cultivada crónica de lo atávico, arcano y legendario; a tales fines, y de forma poco habitual para las metodologías de trabajo de la Hammer, Sasdy se implicó profundamente en todas las fases de realización del filme, incluyendo desde la discusión de los elementos argumentales en la preproducción a la rúbrica del montaje en la postproducción, dándose incluso la circunstancia de llegarle a pedir a los productores que se modificara el –sin duda oportunista y tramposo- título de la película, algo que le fue vetado. Es a Sasdy, por tanto, a quien le debemos por ejemplo la intencionada omisión de la truculencia explícita a la que sin duda invitaba la sustancia criminal del relato (ninguno de los asesinatos es visualizado, y no hay siquiera mención de la práctica de torturas, elemento definitorio de la infame catadura del personaje en todas sus referencias biográficas, incluyendo la de Valentine Penrose); la ignominia se troca por una vorágine de sentimientos desbocados que prefiguran lo trágico y, de paso, marran la vis alegórica (esa digresión sobre el inevitable paso a la senectud) más cerca de lo universal y abstracto de lo que solía ser habitual en las películas de la celebérrima productora.

 http://www.imdb.com/title/tt0065580/

http://moria.co.nz/index.php?option=com_content&task=view&id=891&Itemid=0

http://dvdenlared.com/dvd/La%20Condesa%20Drácula/Analisis/20091012120027.html

http://obscurehorror.com/horror500.html

http://www.dvdverdict.com/reviews/draculalovers.php

http://www.channel4.com/film/reviews/film.jsp?id=102341&section=review

http://www.britishhorrorfilms.co.uk/countessdracula.shtml

http://www.thecinemalaser.com/dvd_2003/cd-tvl-dvd.htm

Todas las imágenes pertenecen a sus autores