The Company You Keep
Director: Robert Redford
Guión: Lem Dobbs, según la novella de Neil Gordon
Música: Cliff Martinez
Fotografía: Adriano Goldman
Intérpretes: Robert Redford, Shia LaBeouf, Nick Nolte, Julie Christie, Richard Jenkins, Chris Cooper, Susan Sarandon, Sam Elliott, Anna Kendrick, Brendan Gleeson, Terrence Howard, Brit Marling, Stephen Root, Stanley Tucci, Jackie Evancho
EEUU. 2012. 126 minutos
De padres, hijas, renuncias y reivindicaciones
La ya más o menos extensa filmografía de Robert Redford cuenta con un puñado de títulos olvidables y algunos otros no carentes de interés. Sin embargo, una película como la que nos ocupa, esta The Company You Keep, también protagonizada por él, nos ilustra bien los motivos por los que a esas buenas películas –quizá con la excepción de Quiz Show (El Dilema) (1994), aún la más trascendente de entre ellas– suelen quedarse a uno o varios pasos de la grandeza, conformándose con ser obras por lo general bien filmadas, también a menudo esmeradas en sede argumental o de concreción de la trama en los diálogos, que a tono con lo anterior cuentan con interpretaciones sólidas, y en las que, como aquí, pueden resultar de encomio los apuntalados técnicos de la labor fotográfica o la partitura musical. Pero lo que se echa de menos es que Redford, que es un cineasta con un discurso tan marcado que de hecho le viene de sus años como estrella de Hollywood, termine de echar el resto, toda la carne en el asador, y no termine autolimitándose a la simplificación de términos en esa concreción discursiva de sus pulsos ideológicos liberales progresistas, rindiéndose a una convencionalidad en la que cabe incluso sospechar que se siente a gusto porque desde la misma le resulta fácil resguardarse en una cierta autocomplaciencia o alimentación gratuita (o al menos cansina, por reiterativa) de una determinada propia imagen.
Desconozco la novela en la que está basada la película (The Company You Keep, de Neil Gordon), pero a juzgar por las molestias que el guionista Lem Dobbs se toma en presentar la auténtica danza de secundarios y sus a menudo bien leves cometidos en el seno argumental probablemente nos hallemos ante una adaptación bastante atenta, sino fidedigna. Estoy especulando, por supuesto, pero viendo la película uno tiene la impresión de que las constantes minitramas que encierran la doble trama del filme (por un lado, la huida, a alguna parte, del personaje encarnado por Redford; por el otro, las pesquisas del joven periodista encarnado por Shia Labeuf para desentrañar los secretos que se ocultan bajo la superficie periodística y jurídico-penal del caso en el que el primero se halla implicado) vienen a suplir en lo fílmico episodios en parte autoconclusivos que edifican una maraña de personajes y conflictos más típica de una gruesa novela (no sé si decir best-seller). La gracia o curiosidad del caso es que, obedezca o no a una intención de adaptar de forma intensiva la novela, la película se beneficia así de uno de sus grandes activos, el formidable elenco de secundarios (Julie Christie, Nick Nolte, Brendan Gleeson, Richard Jenkins, Terrence Howard, Susan Sarandon, Brit Marling…) llamados a cruzar sus caminos y/o confesiones con esos dos protagonistas que, si la película fuera más redonda, se hubieran eregido en personajes complementarios y especulares.
En su presentación a modo de prólogo que evoca rápidamente los sucesos del pasado llamados a reactualizarse en la trama, el filme nos habla de los “weathermen”, una suerte de terroristas emergidos en los años sesenta de la marea contracultural y reactiva contra la política (eminentemente exterior y la guerra de Vietnam) norteamericana. Semejante premisa, vuelta de tuerca siempre oportuna a uno de los más importantes episodios sociales de la historia de aquel país durante el siglo pasado, resulta prometedora, pero la promesa sólo se cumplirá a medias. La captura del personaje encarnado por Sarandon –sabemos que aceptada por la propia cautiva, personaje y actriz que se reserva(n) una de las secuencias “fuertes” del filme, en un careo con el periodista en la celda en la que se halla recluida– y las primeras pesquisas que el relato desglosa nos refieren la existencia de una suerte de código de silencio entre los diversos miembros disgregados de aquella banda, quienes han vivido otras vidas tras la finalización de la actividad de la misma, acaecida cuando, en un atraco a un banco, se cobraron una víctima civil, un guardia de seguridad. Ello puede mantener la intriga y el interés durante un rato, pero la película se entretiene demasiado en relatar de forma sofisticada (y, no debe negarse, atractiva en la disposición visual) lo que en realidad carece de complejidad alguna. No resulta necesario destriparle a nadie la miga y desenlace de la función, pero sí puede decirse que todo termina reduciéndose a un relato sobre la lucha de un personaje por la restitución de su honorabilidad, lo que no deja de antojárseme como una crasa capitulación a lo anecdótico (o peor, a lo conservador) cuando, precisamente merced de una atenta disposición de piezas al inicio, el relato parecía proponer un novedoso y atractivo retrato sobre distancias generacionales desde diversos y efectivos focos (la investigación periodística, el reencuentro entre viejos aliados y el modo en que el paso del tiempo ha hecho mella en sus convicciones ideológicas), retrato malbaratado por esa cargante simplificación (¿o capitulación?) argumental, por la obviedad de los enunciados (por mucho que el buen hacer de los actores –incluido Redford– y algunas secuencias de diálogo recogido entre dos de ellos, sirva para dorar un poco la píldora) y por la excesiva presencia en la trama de los perseguidores, el FBI, decisión argumental que casa perfectamente con esa intención última de no adentrarse en terrenos de pugna ideológica combativa para ceñirse más bien al cliché de una pursuit que se va dilatando en busca de un cierre que encaje piezas. Todo lo anterior termina dejando en el terreno de la mera corrección la película, y de paso evidencia que en menos de una hora y media sobraba tiempo para relatar lo que el filme intenta casar en unas al final pesadas dos horas largas de metraje.