THE HIDDEN ROOM/OBSESSION

The Hidden Room/Obsession

Director: Edward Dmytryk.

Guión: Alec Coppel, según una novela propia

Intérpretes: Robert Newton, Sally Gray, Phil Brown, Naunton Wayne,  James Harcourt,  Betty Cooper, Michael Balfour 

Música: Nino Rota

Fotografía: C.M. Pennington-Richards  

  Reino Unido. 1949. 91 minutos

 

Cuadro psicológico malsano

José María Latorre escribió de esta película de Edward Dmytryk que “cada plano incorpora su reverso siniestro” (en el libreto anexo al dvd de la película editado por Tribanda, en un pack sobre “La Lista Negra” que también incluye “La Sal de la Tierra”, de Herbert J. Biberman), lo que supone una elocuente forma de hablar del cuadro psicológico malsano que sustenta las piezas de este (por lo demás bien curioso) relato criminal.  Dmytryk la firmó poco después de las magníficas contribuciones al cine negro que realizó para la RKO –entre ellas, Historia de un Detective y Encrucijada de Odios–, pero en circunstancias personales y profesionales bien distintas: The Hidden Room (o Obsession, se conoce al filme por los dos nombres) fue su primera obra filmada en su exilio a Gran Bretaña causado por su condición de blacklisted. Tomando como material de partida la novela “A man about a dog”, escrita y convertida en guion por Alec Coppel, la película nos muestra un sofisticado método de tortura psicológica: el doctor Clive Riordan (Robert Newton), un marido envilecido por las constantes infidelidades de su esposa Storm (Sally Gray), decide vengarse de ella asesinando a su último amante, a la sazón amigo suyo, el norteamericano Bill Kronin (Phil Brown), no como acto inmediato fruto de la obcecación (aunque el móvil, pasional, sí lo es) sino de un modo tan calculado como cruel, cual es el mantener al tipo secuestrado durante meses para, cuando la noticia de ese secuestro y las investigaciones policiales del mismo se hayan apaivagado, consumar su ambición homicida.

 

         Entre lo terrorífico y lo patético

El guión de Coppel, a menudo brillante, aún más a menudo cínico, focaliza el relato en el asimétrico triángulo sentimental, o más bien en el retrato de la personalidad psicopática del protagonista, plasmada mediante los careos que mantiene con su víctima en la habitación oculta, las idas y venidas a la cual constituyen la atractiva coda narrativa del filme hasta su solución, en la que interviene un detective de Scotland Yard, Fimsbury (Naunton Wayne), tan bien caracterizado como el propio protagonista, a modo de antítesis, tan flemático –y hablo de esa flema british– como su opuesto. Coppel imprimió una fina e hitchcockiana ironía en el peligroso juego de interpretar los motivos del suspense, al sugerir la relación entre lo terrorífico (pues realmente es terrorífica la tortura psicológica infligida a la víctima) y lo patético (pues se levanta acta de la realidad de las infidelidades de la esposa, convirtiéndose ésta en un personaje antipático –disipando, por si quedaban, dudas al respecto en la última secuencia de la película-, por lo que, aunque nada legitima a Clive a actuar como lo hace, queda claro que el ambiente, tan viciado, no es sólo fruto de su patología mental, sino de enquistados sentimientos forjados en el seno de ese matrimonio de apariencia intachable y fondo corrupto). Lo peor del relato se halla sin duda en su desenlace, acelerado y facilón, que recurre tranquilamente a un deus ex machina para solventar la trama criminal de un plumazo, y que tampoco es demasiado satisfactorio en esa buscada ambigüedad con la que finiquita al protagonista.

 

         Escenarios

Dmytryk articula el relato en imágenes con suma convicción, extrayendo lo mejor de sus (magníficos) actores, e interpretando con inteligencia la necesidad de compaginar en el seno rítmico de la función los mecanismos del suspense con la más soterrada –pero bien patente- sustancia dramática. Un pulso entre esos dos polos sobre el que ya nos informa la partitura de tonos contrapuestos que rubrica Nino Rota, y que en lo escénico se resume de forma excelente en la relación/oposición/paralelismos entre los dos escenarios privados recurrentes de la película: la habitación oculta que da título al filme (espacio escénico de enfrentamiento delimitado espacial, literalmente, con esas marcas en el suelo), y aquélla otra, sita en la morada de los Riordan, donde el doctor invierte sus horas en ese meticuloso pasatiempo que es la construcción de maquetas de una red ferroviaria, un espacio con mera apariencia de realidad –los planos de detalle de los trenes avanzando a toda velocidad- del mismo modo que distorsionada está la percepción que el personaje tiene de la vida y los conflictos emocionales, a la vez que territorio que se verá violentado tanto por la propia mujer –quita un tren de la vía, apaga la corriente del artilugio- como por el detective, que al colarse en ese su espacio privado, terminará por desenmascararle.

http://www.imdb.com/title/tt0041460/

http://en.wikipedia.org/wiki/Obsession_(1949_film)

http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/USAdmytryk.htm

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