EL LADO BUENO DE LAS COSAS

Silver Lining Playbooks

Director: David O’ Russell

Guión: David O. Russell, según la novela de Matthew Quick

Música: Danny Elfman

Fotografía: Masanobu Takayanagi

Intérpretes:  Bradley Cooper, Jennifer Lawrence,Robert De Niro,

 Jacki Weaver, Chris Tucker, Anupam Kher, Julia Stiles

EEUU. 2012. 116 minutos

El frágil equilibrio (de la comedia)

A falta de conocer Flirteando con el desastre (Flirting with Disaster, 1996), el cine de David Owen Russell se viene caracterizando, ya desde los tiempos de Tres Reyes (Three Kings, 1999), en la descalabrada Extrañas coincidencias (I Heart Huckabees, 2004) y en The Fighter (Id, 2010), por cierto afán escénico tendente a subrayar peculiaridades del comportamiento humano. Da igual si se trata de cine bélico, de una ficción excéntrica, de un drama pugilístico o de una comedia de situación, a Russell le atraen claramente las historias en las que personajes o planteamientos arquetípicos pueden voltearse merced de la propia progresión del relato, los vaivenes del punto de vista o, como aquí, con una maduración estilística aplicada a cada secuencia, una revisión de la concepción de la comedia que mira a los clásicos de la edad dorada del género (por mucho que, desgraciadamente, ni el argumento ni su concreción acompañen), y que hace de esta Silver Lining Playbooks una obra entretenida y con fogonazos de interés creciente.

 

Sobre el papel, el filme nos habla de algo tan poco divertido como los esfuerzos que lleva a cabo Pat (Bradley Cooper), un joven que tras sufrir un colapso psicótico tuvo que pasar un tiempo recluido en un centro mental, para regresar a su entorno personal y familiar, a su rutina, a su vida ordinaria y las pautas de ese equilibrio frágil que el cotidiano, al igual que a veces arrebata otras concede, todo ello a la sombra de una frustrada relación amorosa de la que el personaje aún no se ha recuperado. Con semejante material, y de igual manera que Pat intenta tomar “el lado bueno de las cosas”, la película propone manejar desde lo hilarante, a veces optimista, a ratos caricaturesco, las premisas y conflictos de personajes que se dan cita, retribuyendo la sustancia del drama desde su reverso amable. Un padre obsesionado con las apuestas y fan totémico de los Eagles de Filadelfia (Robert De Niro), una madre amantísima en constante peligro de zozobra emocional (Jackie Weaver), un hermano reencontrado con el que fortalecer los lazos (Shea Whigham), un amigo reclutado del sanatorio mental y que trata constantemente de zafarse de la policía para reunirse con él y ser su aliado espiritual (Chris Tucker), y, por supuesto, una joven, Tiffany (Jennifer Lawrence), viuda de un policía y que carga con el sambenito de ser la mujer de moral más distraída del barrio, con quien Pat establecerá una primero asimétrica, progresivamente más sincera, relación de amistad, de la que inevitablemente emergerán las recetas que sus sentimientos y su espíritu precisan para reencontrar el equilibrio perdido y, como rezaba el título de la película de Garci, volver a empezar.

 

En los mejores momentos, Silver Lining Playbooks puede alardear de poseer una fuerza magnética y corrosiva heredera del legado de algunas comedias de Frank Capra, George Cukor o Howard Hawks. Pero se trata de momentos aislados, pequeños (y deliberados) cortocircuitos narrativos que el relato consigue concitar en algunas situaciones que hacen progresar la historia en su nudo, una vez resuelta la más bien apocada presentación y antes de obligar al espectador a pactar un final dulzón y previsible. Sin embargo, y por desgracia, esos tintes de comedia anárquica que podrían haber elevado el valor de la propuesta (tanto que hubiera sido una auténtica rara avis en el actual paisaje de la comedia americana) se diluyen siempre en las plácidas y trilladas aguas de las convenciones narrativas del cine de Hollywood, cuyas derivas Russell maneja como una especie de Cameron Crowe con más oficio, lo que no deja de patentar que se trata de un cineasta cuyo verdadero fuste no podrá ser revelado hasta que se atreva a asumir más riesgos (algo que, a la vista de los pasos en falso comerciales de su hasta ahora titubeante carrera, y los parabienes que sus dos últimas películas están cosechando, sospecho que no hará).

http://www.imdb.com/title/tt1045658/?ref_=sr_1

http://rogerebert.suntimes.com/apps/pbcs.dll/article?AID=/20121114/REVIEWS/121119992

http://www.rollingstone.com/movies/reviews/silver-linings-playbook-20121115

http://www.cinemastric.com/criticas/el-lado-bueno-de-las-cosas-cine-independiente-para-burgueses/

Todas las imágenes pertenecen a sus autores

THE FIGHTER

The Fighter

Director: David O’Russell.

Guión: Paul Tamasy, Eric Johnson y Scott Silver, según una historia de los dos primeros y Keith Dorrington  

Intérpretes: Mark Whalberg, Christian Bale, Amy Ryan, Melissa Leo, Jack McGee, Melissa McMeekin, Bianca Hunter, Erica McDermott, Jill Quigg

Música: Michael Brook

Fotografía: Hoyte Van Hoytema   

  Montaje: Pamela Martin

EEUU. 2010. 116 minutos

 

Boxeo

A menudo se dice, y con razón, que el boxeo es un deporte muy cinematográfico. Las convenciones –argumentales y visuales– de los filmes que versan sobre lo pugilístico están muy acusados, y sin duda que resultan efectivos porque, con diferentes ropajes, siguen funcionando en pantalla una y otra vez. Marcando cierta (no toda la) distancia con los contenidos que informaron el cine boxístico del cine clásico, a menudo enraizados entre lo melodramático, los discursos de corte social y el noir, puede decirse que Rocky (John G. Avildsen, 1976) resulta un título referencial en la definición contemporánea de este tipo de filmes, que suelen narrar caídas y ascensos de modo tal que quede subrayado un discurso de fondo sobre el espíritu de superación humano, ello en sutil (a veces, menos) relación con las ventajas (tan cantadas, aunque ya más bien ajadas) del arcano sueño americano (al respecto, la exitosísima  franquicia dirigida y protagonizada por Sylvester Stallone, compuesta por cinco títulos más, hizo mucho por apuntalar ese modelo que ella misma incorporaba, aunque fuera recurriendo a la hipérbole o incluso a la –involuntaria– parodia). En ese sentido, sin duda que la oscarizada Rocky influye en el espíritu y los contenidos matrices que hacen avanzar el relato que esta The Fighter nos ofrece, aunque, por supuesto, treinta y cinco años no pasan en balde, y la cinta de David O’Russell compagina esas enseñas narrativas con otras que la identifican con su tiempo concreto y los discursos estandarizados en el mismo; sin ir más lejos, recoge la descripción de esa categoría social invisible que habita en las zonas urbanas deprimidas, a la que los periodistas definieron tan llamativamente como white trash, colectivo sobre el que se rendía cuentas, en parte, en Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004), y, en casi todo, en la aún reciente The Wrestler (El Luchador) (Darren Aronofsky, 2008), título con el que esta The Fighter establece ciertos vasos comunicantes que al mismo tiempo generan una relación de opuestos, pudiendo incluso decir que el filme de O’Russell nos plantea el reverso amable, una suerte de eros, del tanathos, negro paisaje humano y anímico que destilaba el título protagonizado por Mickey Rourke.

 

         Estudio de prsonajes

Todo lo anterior sirve para decir que el filme que nos ocupa –que, para el que no lo sepa, dramatiza los avatares de dos boxeadores y hermanos, Dicky Eklund (Christian Bale) y Micky Ward (Mark Whalberg), hijos de la población de Lowell, Massachussets, el primero, una vieja gloria del boxeo, que logró superar una adicción a la droga dura, y como entrenador y manager del segundo le ayudó a erigirse, con treinta y un años, y de forma insólita, en Campeón Mundial de los Pesos Welter–  pretende descubrirnos y llamar nuestra atención sobre las circunstancias coyunturales (familiares y sociales) implicadas en esta enésima historia bigger than life, de modo tal que mixtura en su caldo dramático todos los condicionantes objetivos (subrayados por la inclusión de imágenes reales de archivo, entre ellas un documental de 1993 de la emisora HBO que trataba sobre la adición de Eklund al crack, sobre cuyo rodaje y emisión también se centra el relato) con los tropos de siempre del cine de boxeo (gimnasios, ejercicios de punching, peleas con sparrings, instrucciones del entrenador sobre el cuerpo a cuerpo y, por supuesto, secuencias que reproducen fragmentos de combates, con imágenes al ralentí, planos de detalle, panorámicas del público, etc, incluyendo la no menos concurrida opción narrativa de glosar una progresión de victorias a través de un montaje encadenado en el cual se van sobreimponiendo los rótulos de cada sucesivo combate y su fecha). Lo bueno, lo mejor de The Fighter (y lo que ha labrado su reputación y premios para diversos miembros de su elenco interpretativo), habita en un estudio de personajes que, sin terminar de lograrlo, intenta durante buena parte del metraje trascender los clichés tanto de lo boxístico como del biopic, un relato de confrontación fraternal, familiar e incluso de conflictos individuales, que se perfila bien a través del cierto rigor con el que se contempla a esos personajes en su entorno –su caracterización, las secuencias en las calles, la presencia de los portales que ubican geográficamente a cada miembro de la familia en la comunidad de Lowell…–, la atención que la cámara sabe prestar a esos actores en estado de gracia (esos magníficos actores que son Christian Bale –en una composición de esas tan oscarizables, en la que a la condición de boxeador sonado se le suman los estragos en su cuerpo y mente de la drogodependencia–, Amy Ryan, Jack McGee y Melissa Leo, que acompañan al siempre más bien inexpresivo Mark Whalberg, que al menos rubrica una actuación correcta), y el gusto por los detalles de la apuesta escénica de Russell, una apuesta que en conjunto no trasciende los parámetros de la convencionalidad pero de la que cabe rescatar imágenes y secuencias aisladas (citar por ejemplo el modo primero intrigante y posteriormente doliente, nunca gratuíto, en que la cámara busca al hijo menor de Dicky, o esa solución de engarce consistente en fundir la imagen de Micky y Charlene intimando sexualmente mientras en la pista sonora escuchamos cómo la madre del chico y su cohorte de hijas –y hermanas/hermanastras del chico– conspiran contra la pareja).

 

         Dejà vu

Lo peor de The Fighter es su renuncia a llevar un poco más al límite esos matizados conflictos dramáticos –que en algunos de sus pasajes nos habían invitado a pensar que el filme sólo utilizaba el boxeo y sus lugares comunes como plataforma para otras intenciones–, dejando que al final las aguas vuelvan a su más esperable cauce. No es que la escritura de guión peque de facilona –aunque sí hay algunas inconsistencias, así como ciertas fugas cómicas más bien inapropiadas–, ni que Russell se pliegue a la mera transcripción visual –corre el peligro de hacerlo en el combate final, pero lo salva recurriendo a ese cierre (que de paso conecta con el arranque) en el que Bale nos regala un momento emotivo–, pero sí que se deja al espectador esa nunca deseable sensación de dejà vu, lastre de calidad y diferencia entre una película correcta, incluso interesante, que lo es, y una obra memorable y perdurable, que no.

 http://www.imdb.com/title/tt0964517/

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TRES REYES

 

Three Kings

Director: David O. Russell

Guión: David O. Russell y John Ridley.

Intérpretes: George Clooney, Mark Wahlberg, Ice Cube, Spike Jonze, Cliff Curtis, Nora Dunn, Jamie Kennedy.

Música: Carter Burwell.

Fotografía: Newton Thomas Sigel

Montaje: Robert K. Lambert

EEUU. 1999. 114 minutos.

 

El Oro de Kuwait

Esta extraña tragicomedia bélica tiene bastante de rara avis, y debe reconocérsele (a las alturas que escribo esta reseña) una notable influencia en Jarhead, el filme sobre “la primera guerra” del Golfo que en 2005 rubricó Sam Mendes. Su artífice en la escritura del guión y dirección, David O. Russell, se sirve de una trama que tiene tanto de parabólica como de cínica para lanzar una mirada ciertamente agraviada a un conflicto que se hizo famoso por la aparente facilidad de su resolución.

 

Incorrección política

Aunque pretenda caracterizar a los personajes y el desarrollo narrativo siguiendo los patrones de cierta afiliación genérica (y reconocible para el espectador medio) Three Kings resulta de visionado estimulante por atreverse a escarbar, sin ninguna complacencia, en los subtextos de la cruda realidad de aquel conflicto en tierras kuwaitíes, por atreverse a dar una eminente mala imagen de la política militar americana, así como por hacer del escarnio cínico una coda más o menos constante en situaciones, diálogos y soluciones visuales que tienen mucho de políticamente incorrectas (los planos de detalle del modo en que opera una bala en los pulmones, el pacto entre los soldados americanos y los iraquíes por llevarse el oro y dejar a merced del fuego y la tortura a los refugiados, la secuencia imaginaria que muestra la casa de uno de los soldados americanos siendo bombardeada y destruyendo la vida de su familia, víctimas civiles, y principalmente el relato de la muerte no accidental de un soldado).

Patrones convencionales

La habilidad en el planteamiento de O.Russell consiste en mostrar que en la crudeza del conflicto se opera el cambio de la mirada materialista y casi mercenaria de los soldados a la toma de posición comprometida, lo que llamamos heroísmo. Esos personajes obedecen, como digo, a los patrones convencionales, pero no así el trasfondo que se retrata con una frialdad que en ocasiones transmite la fiereza inherente (y a menudo eludida) de un conflicto bélico, tanto como las perniciosas consecuencias para sus principales víctimas, los civiles.

http://www.imdb.com/title/tt0120188/

 http://www.rottentomatoes.com/m/three_kings/

http://www.killermovies.com/t/threekings/reviews/

http://www.plume-noire.com/movies/reviews/kings.html

http://www.reelviews.net/movies/t/3kings.html

http://www.salon.com/ent/movies/review/1999/10/01/kings/

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