DUPLICITY

Duplicity

Director: Tony Gilroy.

Guión: Tony Gilroy

Intérpretes: Clive Owen, Julia Roberts, Paul Giamatti, Tom Wilkinson, Dan Daily, Wayne Duvall, Tom McCarthy.

Música: James Newton Howard

Fotografía: Robert Elswitt

Montaje: John Gilroy

EEUU. 2009. 125 minutos.

 

Fórmula Gilroy

 

Tony Gilroy, otrora guionista artesano del cine de género (Dolores Clairborne, Extreme Measures, The Devil’s advocate e incluso Armageddon), y que consolidó su prestigio firmando los libretos de la completa trilogía de Jason Bourne (The Bourne identity, The Bourne Supremacy y The Boune Ultimatum), se atrevió a dar el paso a la dirección con la estimulante Michael Clayton, y esta Duplicity es su segunda película. A pesar de sus (notables) diferencias aparentes, Duplicity y Michael Clayton son dos películas muy similares, o más bien la segunda puede verse, a nivel argumental, como una constante y juguetona variación de la primera enmarcada en parámetros genéricos diversos. Me interesaré principalmente en esta crítica por ese apartado temático-argumental, reseñando que en el apartado técnico y escenográfico Gilroy también se pliega a la concepción de la narración y las imágenes que ilustraban Michael Clayton. Si en mi reseña de aquella película detectaba cierta influencia de las obras de Clooney y Soderbergh como productores ejecutivos, esa sombra alargada sigue bien patente aquí, en una estilizada puesta en escena donde destaca la concepción de la imagen que extrae del trabajo del operador lumínico y el férreo control del ritmo basado, amén de la habilidad en la implementación del sofisticado –aunque no demasiado complejo- rompecabezas argumental, en la labor de montaje y la utilización de la música con propósitos narrativos (consígnese al respecto que en ambos filmes Robert Elswitt es el director de fotografía, John Gilroy el montador y James Newton Howard el compositor).

 

 

Espionaje industrial y guerra de sexos

 

Gilroy exprime bien la que probablemente es su cualidad como libretista, la de exprimirse un poco el coco para habilitar una trama sólida, que respete la inteligencia del espectador, algo que no sucede a menudo en el cine mainstream. Y si antes comentaba que Duplicity guarda muchas concomitancias con Michael Clayton, la primera de ellas esa cierta frialdad expositiva sostenida en atractivos diálogos que dosifican bien la información, que centran la historia y que nunca chirrían. Eso no quiere decir que en Duplicity copie una fórmula, más bien propone una cierta rizadura de rizo: al entramado argumental de espionaje industrial aquí se le suma una suerte comedia romántica bañada en sana ironía, cuyo indudable patrón es la sophisticated comedy clásica americana, y que apuntala la trama por la vía de la guerra de sexos, ofreciendo interesantes careos verbales y, porqué no decirlo, recitales interpretativos de Clive Owen y de Julia Roberts. La historia de amor y desconfianza entre los dos protagonistas es, al fin y al cabo, una epítome íntima del juego de anatemas que la historia de incesantes triquiñuelas entre dos corporaciones pone en la picota, Gilroy lo sabe y, rehuyendo en todo momento cualquier ribete dramático, le saca el pertinente jugo.

 

De lo rastrero

 

Si en Michael Clayton nos hallábamos ante un thriller en toda regla, pues, aquí se le suma el elemento romántico, pero sin denegar toda la trama conspirativa que tanto en una como en otra películas edifican la historia. Y en ambos casos, a poco de pensarlo, se trata de la lucha del individuo contra un sistema todopoderoso y feroz, representado en ambos casos por corporaciones (una, contra la que luchaba Michael Clayton, y dos en el caso de Duplicity, contra las que lucha la pareja protagonista). Y es precisamente esa premisa la que nos permite la paráfrasis sobre lo genérico y lo tonal, pues es evidente que el tonelaje dramático que informaba Michael Clayton (la utilización por una corporación química de fertilizantes que causan la muerte de centenares de personas), aquí debía llevarse a parámetros mucho más livianos, o hasta invisibles (la pugna por el control del mercado en la coyuntura del lanzamiento al mercado de un nuevo producto). Esa diferencia se afianza incluso en un detalle nimio pero revelador: el papel que en una y otra película tiene el personaje encarnado por un mismo actor, Tom Wilkinson (y no diré más para no destripar el final). Sea como fuere, no nos llevemos a engaño, bajo la vocación entertainer del filme, es evidente que sus pullas contra la actividad de las grandes corporaciones no distan mucho de las que se mostraban en Michael Clayton, desde la visión cínica que se lanza de sus capitostes (definida en la divertida secuencia de los créditos iniciales, pero también en otras secuencias como aquélla en la que Paul Giamatti –tan brillante como siempre- disfruta presentando en loor de multitudes ese nuevo producto que cree haber robado a la competencia) hasta, por supuesto, la definición de sus rastreros métodos de espionaje industrial, pero también la descripción detallada de sus rabiosas infraestructuras de control de lo propio y de lo ajeno, infraestructuras representadas por los rostros y actos de los protagonistas de las dos películas.  

 

        

Épica, imposible. Amor…

 

Si en Michael Clayton me fijaba en el interés de Gilroy por presentarnos ciertas nociones de de lo que damos en llamar la épica contemporánea, aquí, invocando el cine de género y los interminables referentes temáticos de la cinta, ese heroismo se empaña por las motivaciones espurias que mueven a los dos protagonistas. Si el personaje que encarnaba George Clooney se liberaba del peso de la infamia y tomaba conciencia, empeñando todos sus esfuerzos a luchar por una causa que creía justa a pesar de las dimensiones gigantescas de su enemigo, los personajes de Owen y Roberts personifican igualmente a San Jorge contra el Dragón, o a David contra Goliat, pero a diferencia de todos ellos, lo único que desean es lucrarse de un modo pornográfico. Es por ello sin duda que Gilroy les castiga al final, y me refiero sobretodo al hecho de abandonarles en ese último plano que se va alejando de ellos, dejando abiertas todas las dudas sobre lo que su relación sentimental dará de sí al dejar atrás la motivación que inicialmente les unió (por suerte, Gilroy nos libra de la moralina que sería dable esperar al respecto, la de trocar el dinero por el amor). Quizá no es una casualidad que cuando Gilroy se movía en una tramoya más dramática abría una posibilidad al éxito de su personaje (Clayton), y que, aquí, instalados como estamos en un tono más ligero y afable, aboque a sus personajes al fracaso. Si lo medimos en términos de lo que es la vida real y las convenciones del cine de género sin duda que resulta irónico, y es evidente que a Gilroy tampoco se le escapa esa ironía.

http://www.imdb.com/title/tt1135487/

http://duplicitymovie.net/

Todas las imágenes pertenecen a sus autores.

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