SLUMDOG MILLIONAIRE

 

Slumdog Millionaire

Director: Danny Boyle y Loveleen Tandan

Guión: Simon Beaufoy, basado en la novela de Vikas Swarup

Intérpretes: Dev Patel, Anil Kapoor, Saurabh Shukla, Azharuddin Mohammed Ismail, Freida Pinto, Ayush Mahesh Khedekar.

Música: A. R. Rahman.

Fotografía: Anthony Dod Mantle

GB-India. 2008. 114 minutos.

 

        Redescubriendo a Danny Boyle

 

        Ganadora del Oscar a la Mejor Película (¡y siete más!) en la edición de 2009, Slumdog Millionaire ha sido recibida con esos y otros laureles parecidos (en premios parecidos, quiero decir), y ha generado cierta controversia crítica; hay quienes parecen descubrir (de nuevo) que Danny Boyle es un visionario del cine (y no sólo del “posmodernismo” en el cine) y hay quienes se quejan de que les han vendido una estampita colorista llena de trampas. A decir verdad, si no me quedara otra que definirme en una posición u otra me decantaría claramente por la segunda opción, principalmente porque la historia que nos narran, de premisa sólo hasta cierto  punto imaginativa, naufraga en los mares de la incongruencia demasiadas veces, y sobretodo porque esa forma de concebir la narración o la imagen que tiene el Sr. Boyle no va conmigo. Me cuestan los montajes espídicos, lo reconozco. Quizá es que soy lento de reflejos, el caso es que a mí me gusta enterarme de lo que acaece ante mis ojos, necesito darme cuenta de cómo se cocina una opción narrativa porque, en caso contrario, pierdo el asidero. Y al perderlo, puede ser que el responsable de las imágenes que estoy viendo sea un genio, pero yo no llegaré a saberlo. Aunque también cabe la posibilidad –más común, pues la genialidad está al alcance de pocos- de que el responsable de las imágenes me esté estafando con todo el equipo, me quiera marear con un batiburrillo chillón de planos cortos y experimentos de todo tipo por razones de un mero resultado estético. Y eso sí que no. ¿Saben? Si voy por la calle y paso por debajo de una iglesia, si alzo la mirada al cielo y me quedo fijado en una gárgola barroca, me detendré un instante a observarla. Porque, de lo contrario, seguir caminando y mirando hacia arriba me impedirá fijar mi correcta atención, ni por tanto apreciar el más elemental detalle: me marearé, sólo eso. Y a mí que no me mareen.

 

       

       

Cuestiones titulares

 

        Aunque la obra en la que se basa se titula como el (célebre en todo el mundo) programa televisivo que regala millones a los más eruditos, se ve que durante el rodaje del filme se impuso el título que ahora conocemos. A mí me gusta ese título, tiene una buena cadencia, suena bien. Aunque cabría preguntarse porqué algunos títulos se traducen (por ejemplo, Doubt pasa a ser La Duda, o, más divertido, There will be blood, pasa a ser Pozos de Ambición) y otros se quedan en versión original, como Slumdog millionaire. Hay una tercera opción con la que comulgo, la de mantener el título en V.O. y colar un subtítulo, que traduzca o complemente el original (v.gr., the Reader (el lector), o El Desafío (Frost/Nixon)). Pero digo yo que un caso como el que aquí nos ocupa merece una atención especial, porque lo de millionaire sí que se entiende bien, pero lo de slumdog… Yo sabía –lo leí- que significa “perro de chavola”, también traducible, por ejemplo, como “chaval de la calle”, pero sé que mucha gente va al cine sin saberlo. Eso me hace pensar: ¿No importa el título? ¿Nada? ¿El único gancho comercial es el Oscar? ¿Con eso basta? ¿O porque alguien dice que salen unos niños pobres de la india, y que es un cuento de hadas? Puede haber un poco de cada cosa, y otras que no digo o que se me escapan. En todo caso, resulta curioso, sería interesante analizarlo. Por lo menos entenderíamos porqué le han dado un, perdón, ocho Oscars a esta película.

 

       

       

El primer tercio

 

        Cuento presuntamente de hadas, aunque en su propia formulación más bien bizarro, el filme parte de una estructura bien hallada. Desgranar una biografía mediante las razones por las cuales el protagonista, Jamal Malik, se sabe las respuestas del concurso. Me sobra, por efectista y rudo, el prólogo, que la policía le torture del modo en que lo hace para sonsacarle (de hecho, más que nada porque esa denuncia al quiebro con los Derechos Humanos –que incluso se cita, pues el inspector se queja de los observadores internacionales- al final se diluirá tan tranquilamente en la anécdota: casi, casi, se hacen amigos), pero la estructura, decía, funciona bien para introducir cada secuencia narrativa y para dotar a la obra de su condición episódica (que perderá, como tantas otras cosas, cuando nos acerquemos al desenlace). Lo que más me gusta de la película es su primer tercio, la narración de la infancia de los dos hermanos y de Latika: el tratamiento de ecos dickensianos y un regusto realista amargo se logra con fruición en el tratamiento colorista de las imágenes –basado sobretodo en la cromatografía de azules, verdes y amarillos-, en la cuidada escenografía –uno de los puntos fuertes del filme reside en la inteligente elección de los espacios en los que transcurren los acontecimientos- y en la intensidad que Boyle se logra arrancar en el relato de esa cruda realidad de la supervivencia en condiciones de absoluta miseria (esa luz a los cuerpos semidesnudos de los niños, temblando por su larga exposición a la lluvia; los pasajes nocturnos junto al explotador de niños, incluyendo la cruenta secuencia en la que se describen sus infames métodos: cegar al niño que canta bien para que dé más pena, y por tanto devenga más lucrativo). Está claro que Slumdog Millionaire es una película de montaje más que de puesta en escena (porque Boyle, aquí como siempre, prioriza lo uno sobre lo otro al proponer su ejercicio cinematográfico), pero en este su primer desarrollo hay, a pesar de lo innecesario y cansino de tantos planos cortísimos, un equilibrio entre una cosa y la otra, más una cierta seriedad en el tratamiento dramático que consigue moldear un tono y sentido al filme.

 

       

Retazos

 

        Paradojas cinematográficas, tras la que probablemente sea la mejor solución visual de la película (la elipsis resuelta con la polvoreda que levantan los niños al saltar del tren), la historia empieza a chirriar, y las imágenes empiezan a adocenarse. Esos experimentos lumínicos y ese montaje dinámico –logrado a menudo con la yuxtaposición de los ritmos percutantes made in Bollywood– irá progresivamente revelando su cara, su limitación. No soporta los embates de la pobreza narrativa que sustenta el invento, y al carecer las imágenes de fuerza, el interés de la película va diluyéndose de un modo lento pero seguro. La mirada de Boyle, aunque siempre demasiado acelerada, consigue recrear el contexto -lugar y tiempo- de forma correcta y detallada, y en el aparato narrativo sigue proponiendo experimentos que intenten trascender la norma convencional (pienso en un raro plano fijo a una cámara televisiva…¡que hace un zoom!; pienso en el modo de yuxtaponer dos planos consecutivos que marcan un cambio de secuencia uno apareciendo por debajo del otro, tras la detención de Latika en la estación, mostrando la derrota del personaje; pienso en el beso de Jamal a la cicatriz de Latika, sobre el que se insertan los mismos planos de esa detención previa pero en retroceso, explicándonos que ese beso será capaz de sanar la herida), pero se trata de retazos, de soluciones aisladas, que no conjugan corpus alguno: de hecho, lo digo con humildad, da la sensación de que a Boyle le aburre soberanamente el discurrir de la historia en sus compases finales, rodándolo todo –incluyendo ese encadenado de montaje entre los destinos de los dos hermanos- de forma efectista, manida a más no poder, casi telefílmica.

        

De los cuentos de hadas

 

        Y es que, con esto termino, ¿es Slumdog Millionaire un cuento de hadas? No lo tengo tan claro. Para mí no basta un happy end, por mucho que se disfrace de todo el sense of wonder que quieran, para ceñir los términos de un cuento de hadas. Tampoco basta hablar de personajes que medran económicamente como por arte de birlibirloque. Para mí, este relato juega continualmente al dislate, y al principio cuela, pero pronto empiezan a vérsele las costuras por todas partes. No pocas de las situaciones que la película plantea en su desenlace son de todo punto incongruentes (lo que ya he mencionado del capítulo policial; que de golpe y porrazo Jamal pase de ser un niño de la calle a hablar perfectamente el inglés, a tener un trabajo mileurista (ya me entienden), y a tener modales; que Salim separe como lo hace a Latika de Jamal –no en la secuencia aislada en la que le echa de casa, sino en el vacío narrativo que viene después-, y que los amantes no puedan reunirse tranquilamente sin ser encontrados en el corazón de tan inmensa urbe, o que Salim tenga que pagar tan alto el precio de ese reencuentro; que el programa se celebre en directo, o que la pregunta multimillonaria sea tan sencilla –y que no se diga que en la India Alejandro Dumas no es conocido, por algo nos han mostrado que la obra la estudian en las escuelas los niños pequeños-; …), y ello en buena medida se debe al absoluto desprecio por la descripción de los personajes, que quedan desnudos al estereotipo más pésimo, al ser circundados por otros personajes que también son burdos arquetipos (se lleva la palma el gángster villano). De todo ello resulta, a mi juicio y pensar, que el filme carezca absolutamente de cualquier valor que la haga reivindicable siquiera desde esos parámetros, pues su maniqueísmo es demasiado notorio como para que cualquier silogismo resulte aceptable: la historia del hermano bueno y el hermano malo no puede superar el peaje de la realidad: el hermano malo es, precisamente, quien salva la vida del hermano bueno (y de su novia) en diversas ocasiones; Jamal, con su bondad, estaría ciego, cantando en una esquina de las calles de Bombai. Parece que Salim es una especie de ángel de la guarda, pero como tres son multitud, se cuela esa secuencia en la que parece que va a fornicar casi a la fuerza (o no) con Latika, y así los ojos del espectador le convierten en villano. El único modo en el que el viejo ángel de la guarda/ahora villano conseguirá redimirse será perdiéndose bajo el fuego para dejar vía expedita al reencuentro de los dos tortolitos. Pero, entonces, ¿el hermano bueno quién es? ¿Quizá no sea, al fin y al cabo, el feo? Y, en cualquier caso, curiosa forma tienen Jamal y Latika de llorar su pérdida, ¿verdad? …Mira que soy aguafiestas. Pero es que yo siempre tuve un respeto reverencial por las hadas. Y sobretodo por los cuentos.

 

 

 

 

http://www.imdb.com/title/tt1010048/

http://www.foxsearchlight.com/slumdogmillionaire/

Todas las imágenes pertenecen a sus autores.

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