AMERICAN FICTION

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Prestigiado con un Oscar, el guion de American Fiction juega bien diversas bazas, pero probablemente lo que hace mejor es suturarlas. Su autor, y también director del filme –su opera prima—, Cord Jefferson juega con una interesante premisa: un escritor y profesor universitario, Thelonious “Monk” Ellison, quien, harto de ver que la superficialidad, los estereotipos y la ramplonería se imponen en los gustos comerciales (y, añado, en el abordaje de los avatares de la gente que, como él, es de piel negra), escribe una novela satirizándolo todo y se lleva la sorpresa de que la novela se convierte en un best-seller instantáneo, se le hace una oferta multimillonaria para la adaptación del material al cine y, en fin, la obra –-“Fuck”, se titula— se convierte en un fenómeno de masas. Semejante premisa sirve al guionista y director a proponer una serena reflexión sobre cómo maneja el mercado una cuestión tan importante y tan sensible. Me parece, en estos tiempos de maximalismos e hipérboles que corren, una labor francamente encomiable y muy honesta. Pero, más allá de eso, me parece una obra rigurosa, que desde su escritura, muy pulida, y asumiendo ciertos riesgos, desvela una personalidad.

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Lo digo porque hay diversas opciones a la hora de abordar esa cuestión, y probablemente la más lógica es la de la sátira. Jefferson no la rehúye, pero la dosifica y la ensambla con otros considerandos. Y, con suma agudeza –más que astucia, que también—, deja que esa sátira sea a menudo un runrún de fondo a un relato que algo tiene de alleniano, la deconstrucción, abiertamente dramática e introspectiva, de una crisis vital del personaje. Para ello, construye una serie de personajes secundarios, satélite al principal, que sirven para que el espectador se plantee las preguntas y  extraiga, si puede, sus propias reflexiones, de lo particular (el relato dramático, la crónica personal y familiar, el desasimiento de Monk) a lo general (la obra y sus estereotipos que el mercado ensalza). Es una cuestión de espejos, muy bien escrita, llena de apuntes sutiles, densa en la radiografía del personaje a través de una esmerada escritura de la relación que establece con los personajes que le rodean (su madre, su hermano, la mujer con la que tímidamente inicia una relación; y, frente a ello, su editor o, especialmente, otra escritora, también de piel negra, a la que él criticó por escribir sobre estereotipos pero que resulta que parece ser la única que, como él le ve las costuras a la novela Fuck).

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Con semejantes mimbres, y siempre con esa perspectiva, densa, del planteamiento de dilemas y dudas (ideológicas y existenciales, en una misma deriva) que no se resuelven, las diversas secuencias y diálogos que Jefferson nos sirve se caracterizan casi siempre por los cabos sueltos que dejan, por su quedar interrumpidas, por la duda que las atraviesa, por las nubes que no se disipan. En los últimos compases, en una maniobra genial, American Fiction literaliza lo que antes venía sublimado, escenificando posibilidades de finales de la historia de la novela polémica y oponiéndolos a eso tan poco climático que llamamos vivir. Es una solución sorprendente, efectiva, contundente y, especialmente, coherente con un planteamiento complejo. Es cierto que no alcanzamos el estadio de lo que identificamos como una gran película, pero es porque la puesta en imágenes de Jefferson, aunque funcional, operativa, nada pretenciosa, sí que dista mucho de la excelencia que sí atesora su guion. Pero eso no le resta interés ni deja de hacer de esta una película muy recomendable.

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